Oración
La vida de la fe no puede subsistir sin oración. Ahora bien, al vivir en medio del mundo una vida secular, parece que la oración es al mismo tiempo indispensable y difícil. Las vidas que son de Dios son vidas que oran, sean como sean y estén donde estén. Su oración es a la vez un don de Dios y una conquista. Una vida secular que no reza no es de Dios.
Creer profundamente que Dios existe, que es del Dios único, verdadero y vivo al que le entregamos nuestra vida, debe implicar, con un mínimo de lógica, la necesidad de callarnos para escucharle, la necesidad de recogernos para buscarle, la necesidad de adecuarnos en intención o en acto a lo que prescribe para adorarle. Porque, a través de todas las situaciones vitales, la oración conserva lago profundamente específico: la relación entre un hombre y su Dios. Una relación que es amor.
Por eso, la oración debe tener un tiempo reservado para sí misma. Sin este tiempo de oración, el resto del tiempo se tornará vacío y como separado de Dios. Un tiempo que no debe ser el tiempo sobrante, sino un tiempo que deja lo útil por algo mucho más útil.
El primero mandamiento del Señor es el de “amarás” y no el de “rezarás”. Pero no se puede actuar en nombre de Dios sin rezarle a Dios. La caridad con el prójimo sin la oración, el amor a la Iglesia sin oración, la evangelización sin oración no pueden ni actuar ni existir. Son ficciones.
Comentarios
Me gusta mucho leer a Madeleine, es sencilla y profunda.
Un beso, querida amiga.
Lo guardo. Gracias.
¡Gracias Caminar !Rece por mi, me voy de E. E.
Un abrazo. Unidas en el Señor.