Hacer sosegado

 


Hacer todo sosegadamente

Digamos que nosotros buscamos la oración incesante o la oración frecuente, la oración ininterrumpida, porque queremos descubrir o reencontrarnos con el ser divino que vive en el corazón. Nosotros queremos encontrar a Dios en el corazón. Esa es la suma de todas las búsquedas, es todo lo que buscamos en esta vida, y tiene que ver con el sentido de esta vida, encontrar a Dios en el corazón. Esto, no conceptualmente, no teóricamente, sino experiencialmente; encontrar a Dios en el corazón es también encontrarnos a nosotros mismos, en cuanto a nuestro ser profundo y, para eso, se necesita silencio. 

El silencio es el marco que nos permitirá descubrir a Dios en el corazón, el reino de los cielos en nosotros, el Cristo interior. Este silencio necesita de ciertas condiciones para profundizarse, para asentarse en nosotros.

La práctica recomendada para hoy es un hacer sosegado, hacer sosegadamente de manera que este hacer exterior, este modo de hacer exterior nos vaya ayudando, vaya colaborando con el sosegamiento, con el silenciamiento del interior. Entonces yo les propongo como imagen, que recuerden alguna de esas películas, por lo general orientales, de tipo zen, aunque también ha habido buenas películas con sintonía cristiana como El gran silencio, un documental de casi absoluto silencio que retrataba la vida de los cartujos. Recuerden esas películas donde seguimos a un protagonista por lo general un monje, un eremita, un maestro que hace todo sosegadamente, bebe agua del cuenco sosegadamente, camina despacio, ordena las cosas con tranquilidad, está en una actitud contemplativa, suena un pajarito por allá, mira, respira… En estos personajes nosotros advertimos la importancia que le dan a la percepción, percepción del mundo externo y también a la percepción del intracuerpo, advertimos en la vida del contemplativo, digámoslo así, la importancia de cualquier detalle, de cualquier momento. Es precisamente lo que nosotros hemos perdido en nuestra vida agitada, hemos perdido el contacto con nosotros mismos, con Dios en el corazón, se nos fue la presencia. Entonces tampoco lo encontramos afuera en el mundo o en el mundo de la percepción y ya los detalles no nos importan, vamos al bulto, vamos a lo rápido, a la agitación, al resultado, al logro. 

Entonces la práctica recomendada para hoy, y ojalá se nos asiente poco a poco, es hacer todo sosegadamente por fuera, pero, adentro estoy inquieto, no importa, hagámoslo por fuera, sosegadamente, y ¿qué hago con los estados internos?, hacemos caso omiso a los estados, y para esto recurro también a una imagen de tipo cinematográfica por así decir, imaginen un personaje, sigamos con el mismo monje o este mismo arquetipo de maestro espiritual, de persona profunda, imbuida de la presencia va caminando por un sendero de la montaña y arrecia la lluvia, sigue caminando, hace caso omiso, no se asusta, no se refugia, no sé qué…, no, va caminando tranquilo en su caminata serena, perceptiva, hace caso omiso al sol que después sale, sigue, cada persona que pasa se inclina saluda y sigue… Es decir, en nuestro mundo interno van a pasar muchas cosas diferentes, y más cuando intentamos hacer con tranquilidad, cuando queremos profundizar en nosotros mismos, muchas sombras surgen y, los estados internos van a ser variables, nosotros hacemos caso omiso; seguimos con el hacer sosegado, buscando la repetición de la oración o escuchar la oración que se va haciendo en nosotros. Es importante que no cambiemos de jaculatoria, usemos la misma a ser posible, decidámoslo hoy, pidamos la gracia si tenemos dudas, de decidirlo y ya está. Sigamos con la misma, no permitamos que eso nos disturbe, una frase cortita o una palabra que a nosotros nos sirva para orar interiormente, y ¿qué hacemos por fuera? En cualquier cosa, en cualquier deber que nos toque cumplir hoy, hacerlo sosegadamente, lo más tranquilos posible, recordando esta actitud orante, porque el hacer sosegado, con actitud orante nos conecta, nos conecta con el ser divino que vive en nosotros.

 ¿Qué buscamos hoy? Permanecer en oración, actuando con tranquilidad, con sosiego, dentro de lo posible y, cuando esto fracase, cuando no podamos, cuando digamos, cierto que hoy tenía que hacer tal cosa, tal práctica recomendada, hacemos caso omiso a los estados que vienen, de ira, de frustración, de queja, y volvemos a la práctica. Nosotros de esta manera, con estas prácticas, vamos liberándonos del falso sí mismo, vamos adquiriendo libertad, esto nos permite que el cristianismo que vivimos, nuestro cristianismo, no quede reducido a la moral, sino que se internalice,  (el cristianismo cuando lo abordamos solo en su aspecto moral es pre-iniciático), iniciarse en el cristianismo es ir hacia el corazón, encontrar a Cristo dentro.  Les doy como una pequeña pauta, hemos de convencernos de que el silencio, el verdadero silencio es lo que necesitamos para la presencia de Dios. Dios está detrás de los ruidos exteriores e interiores. 

Bueno yo creo que con eso más o menos estamos. Caminar despacio, hacer despacio, respirar despacio, cumplir mis tareas cotidianas, en la ciudad, la familia, el trabajo, me reclaman, cumplirlas con el mayor sosiego posible, recordando la oración interior, escuchando la jaculatoria que se va repitiendo en mí, ignorando los estados internos variables, ese sube y baja, ignorando los avatares que se van suscitando, ignorándolo ¿en qué sentido? No con irresponsabilidad hacia nuestros deberes, sino persistiendo lo más posible en nuestro centro, sin juzgar los fracasos, sin quejarnos, sin criticarnos, sin mortificación con una suave calidez amorosa, con una suave calidez amorosa, hacia el proceso espiritual que somos, esa semilla que Dios plantó en nosotros al momento de concebirnos y que irremediablemente nos atrae hacia Él, hacia el Amado de nuestra vida.

Hno. Mario 

Extraído del vídeo del 2 de julio de 2024 https://www.youtube.com/watch?v=rgFbvxmiicc&t=822s


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