Soledad o solitud

Frente a la soledad patológica de la sociedad moderna, existe también otra beneficiosa que se contrapone a la veloz vida digital, es la “solitud” que propone un bienestar ligado al silencio y al propio cuerpo.

No podemos negar que la soledad es una forma de revolución.

El ritmo de las actividades se ha tornado inhumano. Ante el torbellino social, se ha perdido el arte de la soledad y ésta, por contra, debería considerarse un recurso; es una forma de resistencia, una voluntad de reencontrarse y de nunca más perderse en un mundo en el que las personas ya no nos reconocemos.

Pero ¿Cómo abrazar la solitud?




Cuando alrededor habita la vorágine, caminar en soledad, incluso en las urbes, nos reconcilia con nosotros mismos.

Caminar resulta anacrónico en un mundo contemporáneo que privilegia la rapidez, la utilidad, el rendimiento y la eficacia. 

Es un acto de resistencia que celebra la lentitud, el silencio, la curiosidad y lo inútil, valores absolutamente opuestos a las sensibilidades neoliberales que condicionan irremediablemente nuestras vidas. Que las personas se tomen su tiempo es una subversión de lo cotidiano, un largo sumergimiento en el interior que, para los contemporáneos que sólo viven en la superficie de sí mismos, parece un abismo.


Caminar en soledad.

Ir silenciando la vida.

Vivir con lentitud.

Todo un camino y un programa que nos prepara para una vida de oración continua. 


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