Soplo de vida

 Un levísimo soplo de vida nos mantiene sobre la tierra a nuestro Papa Benedicto XVI. En su formidable texto publicado en ABC, «El señor Ratzinger y el Señor», Juan Carlos Girauta retrata magistralmente al gran padre que se nos va, que se apaga lentamente. «Intelectual de los que ya no quedan, religioso de los que integran todas las dimensiones de lo humano, flor última de la Europa que nos define». Y recuerda sus palabras pronunciadas ante el Parlamento alemán. «La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa».

Posteriormente, los españoles llevamos a Europa, ese encuentro de Jerusalén, Atenas y Roma hasta América, y más allá, navegando por el Pacífico, el Lago Español, hasta las islas Filipinas. Y dejamos en América la íntima identidad de Europa, y la cristiandad predominante, en la epopeya continuada más gloriosa de la historia de la humanidad.



Se apaga el Santo Padre que, desde su profunda inteligencia y humildad, se sintió vulnerado por su modestia para poner en orden el desorden de la Iglesia. El Papa místico, intelectual, músico, amante de la solemnidad necesaria para mantener la distancia entre Dios y los hombres.

El Papa de sus encíclicas irrebatibles, contestadas por una parte de la Iglesia que llaman «progresista». Sucedió al Papa Santo de la Iglesia perseguida por el nazismo y el comunismo, al enamorado de María, el que nos concedió a los españoles su devoción y tutela. «España, la tierra de María».

Y un día, inesperadamente, se encuentra sin fuerzas, abandonado y por vez primera en seis siglos, el Papa se pregunta ante Dios si lo mejor para Él es seguir teniéndolo como su Vicario en la tierra, y entre Dios y él alcanzan el acuerdo de recomendarse el retiro y la oración. Y el Papa místico, intelectual, profundo, se retira y se reúne con Dios y con su desesperanza en la Casa de Santa Marta de la Santa Sede, y se convoca el Cónclave de su sucesión. El hombre de Dios entregado al silencio es sustituido por el Papa Francisco, diametralmente opuesto en sus formas, poco amigo de los silencios, y al que le entrega su plena obediencia.

Y ha sido el Papa Francisco el que nos ha informado del leve soplo de vida que le resta al Papa Benedicto, también perseguido por los hábiles demonios que habitan en la Iglesia. «Hay días en los que Dios parece dormido». El cansancio le doblega a Benedicto. Su inteligencia y su honradez religiosa, intelectual y humana le hacen ver que estos tiempos no le pertenecen. Y renuncia para encerrarse en la oración y el silencio, para hablar con Dios con la naturalidad y hondura de los humildes, de tú a Tú, de yo a Él.

El Papa Francisco lo ha pedido sin reservas, y también, con humildad. «Recemos por quien mantiene y sostiene la Iglesia desde su silencio». Fue la mano derecha de San Juan Pablo II, el sabio místico que reforzó la fe del carretero del héroe de la Iglesia perseguida por los totalitarismos nazis y comunistas. Mantuvo y sostuvo la Iglesia desde su palabra y su lección. Y hoy lo hace, con el leve soplo de vida que Su Amigo se resiste a apagar, desde la oración y el silencio.

Se nos va el místico, el humanista, el intelectual, el sabio humilde, el servidor de Dios que se creyó incapaz de servirlo. Se nos muere la esencia de Europa, de aquel que retornó a la infancia para juntar las manos y pedirle a Dios que no se dejara vencer por el sueño. El Santo Padre de la Fe, la cultura, la inteligencia y la bondad.


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