Lámpara es tu Palabra para mis pasos
DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
(Neh 8,2-10; Sal 18,8-15; 1Cor 12,12-30; Lc 1,1-4; 4,14-21)
Una de las preguntas más frecuentes de aquellos que se sienten atraídos por lo que escuchan sobre el Dios cristiano y la vida que ven en sus mejores testigos es la de cómo escucharle, cómo adentrarse en una relación personal con él, cómo saltar del “te conocía de oídas” al “ahora te han visto mis ojos” (Job 42,5).
En el evangelio de hoy, Lucas llama a todos estos buscadores, sus lectores, Teófilo, teófilos, es decir, amigos de Dios, incluso si están en unos comienzos en los que solo intuyen lo que significa esta amistad. Para ellos, para nosotros, deja escrito un texto no solo para conocer, sino para reconocer a Dios y adentrarse en la relación con él. Un texto, el Evangelio, para entrar en el espacio que dejó Cristo, un espacio en el que podemos percibir que Dios está con nosotros como compañero de camino, como horizonte de vida, como misericordia siempre atenta. Lucas concluirá su relato con la historia de aquellos otros amigos, los de Emaús, que creyeron que ya no le volverían a ver más, y al hilo de la lectura fueron llevados a reconocerle ya para siempre como el Viviente.
Así que parece que el evangelista nos dice que el camino principal para escuchar al Señor son las Escrituras, en especial el Evangelio. En él podemos caminar con Jesús que comparte lo que es y acepta compartir lo que nos pasa. Así, aun antes de reconocernos acompañados, mientras leemos buscando está ya con nosotros, y de cuando en cuando el texto se convierte en pan vivo, y el corazón se sabe redimido y la vida salvada y enviada a dar vida.
Hoy somos invitados a reconocer el don de la Escritura, y a cuidarlo con ese cuidado que no es sino el prestarle atención con todo nuestro ser.
Comentarios