Ya nada se pierde

 Cuántos acontecimientos de dolor y sufrimiento; cuántas guerras y enfrentamientos bélicos, cuántas muertes sin sentido, cuántas familias rotas, cuántos futuros rotos, cuánta humanidad pérdida y destrozada.

Por qué tanto cuerpo roto. Por qué tantos niños muertos por falta de alimento. Por qué tanta soledad de los ancianos. Por qué tanta mujer violada. Por qué tanta explotación, humillación, calumnia, masacres, pobreza y desencanto.

A Dios quiero hacer mis réplicas, como Job siglos antes, apretando los puños, replicaba a Dios y sólo con Él quería hablar.

Y de Dios pretendo una respuesta; Él debe rendir cuentas, está obligado a facilitarme explicaciones. Dios debe justificarse. Pero Dios no responde como yo quiero que lo haga; Dios no entra en este juego.

Si queremos encontrar algo de luz que ilumine nuestras preguntas hay que apostar por un tipo de escucha especial: prestar oídos, con los oídos del corazón, a lo que Dios trasmite: …he aquí al hombre; es la respuesta que Dios ofrece en palabras de Pilato; no es la respuesta que yo quiero escuchar, porque es una palabra profética, es la respuesta de Dios que algo quiere de cada uno de nosotros.

Puede ser muy crudo escuchar que Dios no ha venido a eliminar el dolor humano ni a presentarnos un piadoso tratado sobre el sufrimiento. Dios no ha dado explicaciones, ni las dará. Pero Dios hace algo mucho más importante.

Y eso que Dios hace es muy propio de un padre que ama sin límite; es algo locamente divino pues viene a compartir y a participar de nuestra condición con un claro deseo: tomar sobre sí nuestro sufrimiento. Esta es la Cruz y su sentido; una señal, un signo, un sacramento del sufrimiento de la humanidad. Y a Dios se le desgarra el corazón; y esto es así, porque los cristianos creemos y sabemos que Dios tiene corazón.

Ya nada se pierde.

También es verdad que… “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 9, 10).

Ha venido a buscar nuestro dolor inútil para llevar, soportar y quitar nuestra angustia, ya que desde ese día en que Cristo Jesús fue ofrecido como espectáculo en la humillación de su sufrimiento y de su escarnio, lo divino y lo humano se identifican hasta el punto de constituir un verdadero sacramento ofrecido a todos, creyentes o no, bautizados o no, pecadores e inocentes; un sacramento de vida.

“Aquí lo tenéis”; “he ahí al hombre” que hace posible el camino a Dios desde la Cruz que salva y redime todo lo que parece estar perdido a los ojos de la humanidad.

El mismo evangelista Juan que hoy nos narra la pasión de Jesús, él mismo nos anunciará a gran voz y con gran sobresalto que la losa del sepulcro estaba quitada y que Jesús nos muestra un nuevo éxodo de vuelta a la vida.


https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/

Comentarios

Entradas populares